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Contra nadie

Existe ya una manera de trascender a los segundos, a las horas inacabables, a las noches —e incluso a la aritmética— sin resultar herido: sucumbir  al bálsamo de la corriente que fluye en favor de tus días. No es rendición ni olvido, es caridad.

Sueño lúcido

En el sueño el saber elige el momento, el fragmento, en que desea convertirse en conciencia.

Gota de sangre

Rosa líquida, la vida circula en ti. En ti el mundo, la molécula, galopa y vuelve.

Otoño en el bosque de hayas

El atardecer regala crujidos y crepitares. Los pies sobre la alfombra ocre manifiestan así la estación del reposo.

Nada más

Llegará un día en el que creeré que no has vivido. Un día en el que sabré que te inventé como inventé un hermano a los seis años para procurar parecerme a todos. Llegará un día (sé que llegará) en el que me será tan transparente tu recuerdo que te confundiré con la nada o la ficción y tal vez para entonces quedes solo, latiendo en estas líneas y en otras anteriores y no en mí. Y quedes frío, y estés compuesto de palabras nada más y duelas menos.

Diecisiete

Desearía poder regalarte un mundo que te gustara. Como cuando eras niño, Marc, un mundo fácil, sencillo, de color anaranjado y libre. Desearía poder decirte que hay más, mucho más de lo que ves hoy, mucho más de lo que tocas, mucho más de lo que abarcas con la razón, mucho más de lo que llenas con ese sentimiento de furia. Desearía poder pintarte una sonrisa de aquellas, de las de antes, ¿recuerdas? Sin ironía, sin cordura, sin reflexión ninguna; simple, placentera, una sonrisa que fuera tan sólo eso, sonrisa y nada más. Desearía regalarte un mundo que pudieras cambiar, que pudieras hacer a tu medida, una inmensa bola de plastilina donde encontraras la manera de ser feliz.

Panfilitis

He aprendido a dar aviso con ruiditos, con gestos bobos, con palabras, con rubores (con soberana vergüenza, en realidad) de que voy a romper a llorar siempre un poco antes de que ocurra. Es ésta una manera, una manera mía desgraciada y feliz al mismo tiempo, de vacunarme contra la zanja que abre el absurdo al margen derecho de mis pies. Vacuna que actúa también contra el pánico escénico en asuntos cotidianos. Contra mí misma, la mayor parte de las veces. Es éste un plan de lucidez muy flaco que inventé yo sola un día. No recuerdo qué día, pero seguro fue uno de ingenuidad elevada al cubo, de sensatez anémica o de pleno derecho a la idiotez. Algunos amigos —y eso siempre fue así, con los años nada cambia— parodian esta resolución tan democrática, válida sólo en mi propia república, y se divierten. No importa, yo los perdono porque los quiero. Y porque sé que, de puro pánfila, no hago más que merecer la burla.